Por el periodista Osvaldo Calderón. —
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La fuerza en sus piernas al pedalear y el bombeo de sangre desde su corazón agradecen la energía proveniente de la ingesta de avena y agua mientras carga comida o sacos de 20 kilos con alimento para mascotas.
La bicicleta es su herramienta de trabajo, su forma de generar ingresos económicos para su hogar, donde convive junto a su esposa e hija de cuatro años.
En algún momento, el joven Andrés Masís —conocido como Andrés Quesada— probó el ciclismo competitivo, pero en realidad asegura que lo quería de una manera más recreativa.
Hace dos años y medio, a inicios de 2018, este joven de 24 años empezó con esto de las entregas de comida mediante el uso de este vehículo.
“Desde ahí se han venido días buenos, días malos, días no tan malos, pero al día de hoy he salido con todo”, cuenta con un semblante tranquilo y algo cansado el vecino de San Blas del Carmen, al noroeste de la Basílica de Los Ángeles.
El sol salió. Eran las primeras horas del domingo, 2 de agosto, y las calles de la Vieja Metrópoli estaban con escaso tráfico vehicular. La pandemia lo había cambiado todo.
Junto a los fotógrafos Alonso y Andrés Tenorio, conversé con este atleta acerca de su loable rutina y estas fueron sus respuestas (en las imágenes, aparece sin casco, ya que esa mañana lo tuvo que prestar a un familiar).
Diálogo.
—¿Imagino que ya sabías andar en bicicleta para el momento de decidirte por esta labor?
—Antes de eso, yo practicaba ciclismo desde hacía ocho años. Ya tenía rato volando rueda. Un tiempo lo mantuve como hobby, luego competitivo, pero eso último no me gustó mucho. Entonces lo dejé como una actividad recreativa.
Dice Andrés que al inicio, entonces, salía los fines de semana; después, entre semana, con tal de mantenerse en forma. Un día, hicieron un recorte y lo despidieron del trabajo que tenía anteriormente. Fue en ese momento que arrancó con Uber Eats.
—¿Cómo fue ese inicio?—, continué preguntando.
—Bueno, soy de Cartago y aún así, iba dos o tres veces por semana a San José ida y vuelta, ya que allá había más entregas.
—¿Cómo describís un día de esos?
—Por ejemplo, salía de Cartago a las 7:30 de la mañana. Al llegar a Plaza del Sol, en Curridabat, me conectaba a la plataforma y trabajaba de forma continua hasta las 2:30 p. m., más o menos. A esa hora empezaba a buscar la casa para llegar tipo 4 de la tarde.
—¿Cuántos kilómetros recorrías cuando ibas a San José?
—Depende de las distancias de las entregas porque podían ser de 1.5, 4 u 8 kilómetros. Estamos hablando que hacía unos 80, 90… Quizá, hasta 100 kilómetros diarios por tiro que iba a San José, ¡verdad?
—De dos a tres días en San José, ¿y los otros días de la semana?
—El resto de días los tomaba como un poquito de respiro aquí en Cartago, después de esas pedaleadas allá, pero siempre trabajando.
—¿Cuánta distancia acumulabas en promedio por semana?
—Siempre cerraba en 375 o 400 kilómetros.
—Como seguís en esto, ¿cuál ha sido el viaje más largo?
—Una vez me tocó recoger en Plaza del Sol para ir a dejar a Sabanilla y bajar a Guadalupe. Cuando me daba cuenta ya estaba en Tibás, Santo Domingo y Heredia. Un día así se resumía en poco más de 100 kilómetros volando pedal con peso en la espalda.
—¡Bastante agotador!—, agregué.
—Sí, bastante. Esos días uno viene, como quien dice, con las fuerzas contadas apenas para llegar a la casa.
—¿Cuál ha sido tu alimentación durante las entregas?
—Fijate que yo siempre trato de llevarme barras de cereal, avena y pasar muy hidratado con agua. Si me preguntás que si pasaba a almorzar a algún lado, la verdad no —rió acongojado—. Además, uno con la pedaleada y almorzando como que no, porque se empanza todo.
—¿Cuál es tu recomendación para comer en este trabajo?
—Cosas ligeras. En mi caso, me ha servido mucho la avena.
—¿Empezaste en esto y cuánta edad tenía tu hija?
—Dos años.
—¿Sos el único ingreso en tu hogar?
—No, mi esposa también trabaja. Son bastantes gastos.
—¿Alguna anécdota de esos viajes?
—Diay, a como hay gente que te tira el portón, hay quienes te dan un jugo y una galleta. ¡Eso es un tesoro!
—En cuanto a movilidad urbana, ¿cómo sentís la interacción con conductores de vehículos y peatones?
—Depende mucho de uno. No tanto de los conductores porque, al menos, yo paso en la calle midiendo el posible error del otro. Tenés que estar pensando en vos mismo, en el cambio de la bici a la hora de la salida, en el paso por una rotonda donde hay que tener como ocho ojos para ver a todos lados. Entonces, siempre tenés que concentrarte más en la calle.
Andrés ha tenido muchos chascos en la calle y pide a todos los actores de la sociedad tener más conciencia de lo que significa la movilización humana. Su conocimiento de causa queda demostrado en el siguiente video.
Video:
—¿Te sentís bien con la Ley de Movilidad y Seguridad Ciclística?
—Es conciencia. A pesar de que uno sienta que por ley puede andar en medio carril en algunas calles, es mejor hacer conciencia porque no se sabe si el de atrás va a respetar eso.
—Contanos acerca del mantenimiento de tu herramienta de trabajo, la bici. ¿Cada cuánto le cambiás llantas?
—Todos los días chequeo la bici: cambios, aceite, frenos, presión de las llantas. Trato de mantenerla lo más limpia posible y bien aceitada. Que si le empieza un sonido, ver qué es y arreglarlo. Al año, tengo que cambiar cuatro llantas traseras y dos delanteras. Seis llantas en total.
—¿Qué tipo de entregas has realizado? ¿Solo comida?
—No, no todas son comida. En la actualidad hay desde alimentos para mascotas hasta medicamentos muy pequeños. Varias veces he tenido que llevar un saco de 20 kilogramos con alimento para perro o gato. Para echarse ese peso encima, yo te cuento: ¡es difícil!
Con respecto al clima, Andrés contó que cuando llueve, él quisiera quedarse guardado en la casa, pero “no se puede, la vida continúa”, enfatizó.
En esas ocasiones le ha tocado montarse con la capa, echar el teléfono en una bolsa de plástico y darle fuerte al asunto. Con el sol, debe andar bloqueador.
Recuerda que ha invertido en llantas, bloqueador, comida, luces led y una batería de 12 mil amperios para cargar el teléfono durante el tiempo laboral.
Fin.
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